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Bienal Internacional de Arquitectura

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Castillos en el aire

o cómo construir la utopia hoy

 

A lo largo del tiempo, las utopías han mostrado su capacidad para guiar y moldear la evolución del mundo hacia escenarios más deseables. En ellas buscamos visiones de comunidades armoniosas, fraternales y solidarias; ilusiones de libertad y deseos de formas de orden social más justas e igualitarias; innovaciones en aspectos productivos, económicos y en nuestra relación tanto con el mundo como entre nosotros mismos. Muchas de las propuestas políticas y urbanas hoy vigentes (el sufragio universal, la igualdad de género, los derechos de las minorías, los rascacielos, las ciudades jardín, el transporte público masivo y un largo etcétera) fueron en su tiempo tachadas de utópicas.  

 

El creciente interés por la construcción de ciudades en Marte o en la Luna se debe a una combinación entre la curiosidad inherente a la especie humana, la influencia literaria, los avances científico-tecnológicos y una visión utópica por asegurar el futuro de la humanidad lejos de un planeta en descomposición permanente. Otros movimientos culturales más optimistas, como el Solarpunk, imaginan un futuro sostenible en el que la humanidad ha encontrado soluciones innovadoras para vivir en armonía con el medio ambiente a través del uso de energías renovables, tecnologías verdes y la colaboración comunitaria.

 

En el convulso momento que vivimos parece clara la necesidad de volver a hablar de la utopía como un sistema de pensamiento que nos ayude a caminar hacia futuros posibles. El filósofo Francisco Martorell Campos, afirma que la meta de la utopía es transformar la realidad, no evadirse de ella, y nos anima a imaginar utopías como respuesta al derrotismo actual.

 

 

Proyectando ciudades ideales

 

Fue durante el declive de la Edad Media y el nacimiento del humanismo cuando Tomás Moro empleó por primera vez la palabra "utopía" en su libro homónimo publicado en 1516. Moro combinó los significados de "eu-topos" (buen lugar) y "ou-topos" (no lugar), imaginando una sociedad perfeccionada que habitaba en un tiempo y una geografía desconocidos.

 

Desde mucho antes de la publicación de esta obra, diversos filósofos, arquitectos y literatos ya habían imaginado ciudades ideales donde el diseño arquitectónico creaba espacios que promovían distintos modelos de convivencia. Los pasajes bíblicos de la Torre de Babel, que se alzaba hasta el cielo; la ciudad de Magnesia de Platón y el urbanismo racional de la Grecia clásica de Hipodamo de Mileto, con sus cuadrículas igualitarias son algunos ejemplos destacados. 

 

 

Después continuarían por la senda utópica las teorías renacentistas de Tomasso Campanella plasmadas en "La Ciudad del Sol", con anillos concéntricos simbolizando la perfección y la armonía; "Cristianópolis" de Johan Valentin Andrade; o el posterior Falansterio de Charles Fourier que fué influenciado por los pensamientos  utópicos de Platón. Todas estas ideas evolucionaron en mayor o menor medida hasta llegar a los socialistas utópicos del siglo XIX, quienes imaginaron mejoras sociales a través de nuevos sistemas espaciales. En este momento a la arquitectura se le otorgó un nuevo superpoder: la capacidad de modelar la sociedad. Subyace en esta idea la creencia de que los problemas sociales tienen soluciones espaciales. La arquitectura se reconoce como una herramienta política poderosa, con sus virtudes y potenciales, pero también con sus peligros y el riesgo de totalitarismos opresivos, transformando sueños utópicos en pesadillas distópicas y totalitarias.

 

 

De los castillos en el aire a la arquitectura radical


 

Durante el siglo pasado, la utopía se convirtió en una poderosa herramienta para acelerar el cambio. Después de la primera guerra mundial, el historiador, filósofo e urbanista Lewis Munford, autor de Historia de las utopías, argumentó que la tarea más importante del momento era "construir castillos en el aire”, abogando por mantener una actitud proactiva y visionaria. Algunos ejemplos de este idealismo fueron el futurismo Italiano, el metabolismo japonés, el megaestructurismo de Yona Friedman o la gran utopía de la Nueva Babilonia de Constant creada como crítica al modelo de vida asociado a la reconstrucción de la Segunda Guerra Mundial. 

 

De entre los sueños utópicos del largo periodo de reconstrucción surgieron tendencias de arquitectura radical de una gran intensidad y riqueza formal, motivadas por la revuelta de mayo del 68, la llegada del hombre a la luna y el desarrollo de los medios de comunicación de masas. Ejemplos como los de Archigram, con su Walking city y la Plug-in City, el Monumento Continuo de Superestudio, la Non Stop City de Andrea Branzi, Archizoom, Ant Fram, Futures Systems, Hans-Rucker-Co o el trabajo de José Miguel Prada Poole, reflejan la intensidad y la riqueza de esta época motivada por el rechazo a la guerra y la necesidad de superar los desafíos del momento. A diferencia de las utopías históricas, éstas últimas confiaban en la tecnología, la libertad creativa, la flexibilidad, el valor de lo inacabado y la capacidad del juego como motor de cambio urbano, motivadas en gran parte por el temor a un nuevo conflicto nuclear y los primeros síntomas de la crisis eco-social.  

 

La caída de la Unión Soviética a finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado marcó el declive del entusiasmo utópico. La crisis económica de los 90 y el posterior auge constructivo convirtieron la arquitectura en un producto financiero.

 

 

Viaje hacia un futuro posible

 

Ahora, superados en gran medida por la realidad circundante, parece que hayamos perdido la capacidad de concebir un mundo mejor. El actual enfoque pragmático y funcional orientado a la eficiencia económica y la sostenibilidad, ofrece poco espacio para la especulación utópica. Una ausencia que esta llena de peligro, porque tal y como nos advierte el filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur "una sociedad sin utopía, es una sociedad sin propósito, una sociedad desorientada”.

 

La Bienal como una infraestructura cultural abierta y participativa

 

La 5ª edición de la Bienal Internacional de Arquitectura de Euskadi Mugak/ es una invitación a compartir espacios de reflexión y experimentación colectivos para explorar cuáles son las utopias arquitectónicas de nuestro tiempo que nos faciliten avanzar hacia esos futuros mejores que deseamos habitar. Un lugar de encuentro fronterizo que nos permita transitar entre las urgencias del momento y la emergencia de propuestas que nos proyecten hacia futuros posibles.

En su edición de este año, Mugak/ se centra en el lema “Castillos en el Aire”. Así, se plantea la Bienal como una infraestructura cultural abierta a la ciudadanía y al conjunto de actores que participan en la vida urbana, para generar conversaciones y reflexiones que conecten con los debates que se están produciendo a nivel global.



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