“Todas estas canteras son de piedra arenisca, ondar-arrie. En realidad, el monte Igueldo está constituido por este tipo de piedra arenisca, de forma quepara hacer cal en la karobiak tenían que traer la piedra de fuera en carros. Las piedras en el interior del monte no mejoran, sólo se mantienen; fuera, al aire, con la lluvia, el viento y el frío mejoran, se endurecen.”

“Los canteros del Igueldo” escrito por Antxon Aguirre Sorondo en 1986

Habíamos oído hablar de ellas, como si de un lugar recognito y lejano se tratase, y en realidad solo había que levantar la mirada y dirigirla al monte Igueldo, no solo a sus cotas más elevadas, sino también a los pies de su falda. Es sabido que, durante siglos, el Coliseo se utilizó como cantera para otros monumentos de Roma, hay piedras del Coliseo en la Catedral de San Pedro, en San Juan de Letrán o en el Palazzo Venezia. Al igual que el anfiteatro romano, la arenisca del Igueldo se encuentra por toda Donostia. No sólo han desaparecido aquellos que modelaban las piezas, sino que el paisaje ha cambiado notablemente. Se trata de lugares sin sonido, donde el respirar solo se deja de oir cuando rompe el mar.

Estos lugares han dejado de contar sus historias, se las guardan para ellos o se las reservan para todo aquel, que ansioso por escucharlas, sube a lo alto de sus cimas, donde yace la roca, y contempla el brillo y el reflejo de la ciudad que fué gracias a ella. No hay ninguna “X” que marque los sitios exactos en los que se asentaban las veintiocho mordeduras, pero el gran trabajo realizado por Aguirre Sorondo y el Archivo Municipal, describiendo detalladamente el entorno de las heridas facilita el fascinante redescubrimiento en el que se basa este proyecto. 

Amarillenta, azafranada, cálida y de tacto suave, polvorienta y arenácea, como si fuera a derretirse con la mirada. 

Acceso libre hasta completar aforo. A continuación, a las 19h, comenzará la conferencia ‘Destrucción y Desplazamiento’, de Ramón Faura.

Organiza: cruz.atelier